lunes, 2 de febrero de 2015

Capítulo 6. En busca de un nuevo refugio.

Sokhna
Después de dos meses, nos habíamos dicho unos cuantos sitios que podría ser seguro y quedar allí a vivir y hacer nuestras vidas en grupo, pero antes de despejar con el avión tuvimos que abrir las puertas del hangar y en ese momento que abrimos las puertas vimos que en todas las pistas habían un número considerable de draugers y entonces, tuvimos que hacer un grupo para despejar las pistas y ese grupo había sido Eros, Gastón y como la líder iba a ser Saeko y en el momento que las pistas ya estaban despejadas, se hizo de noche, aun así, decidimos ir al primer sitio más cercano de los lugares que nos habíamos dicho y el primer lugar era mi ciudad natal Santoña, cuando pasábamos por encima de la ciudad vimos un cuartel pero que estaba echando humo y descubrimos que ese lugar había sido un lugar seguro pero hace un tiempo que había sido ahora había caído ante los draugers.
Cuando aterrizamos en la azotea de un edificio, vimos a tres militares con unos pocos sobrevivientes esperando algún helicóptero para el rescate y en cuando nos vieron pensaron que venía el presidente a rescatarlos personalmente, en ese momento nos vieron bajar del avión y se dieron cuenta que solo éramos unos chicos.
-      Chicos, ¿viaja algún adulto responsable con vosotros?
-      Si, ¿Por qué lo preguntáis?
-      Para que le aviséis alguno para hablar.
-      Pero si nuestro líder es James K. Weedolf, un chico de 18 años.
-      Pues decidle que baje un momento del avión, por favor
Entonces entro Gastón al avión para avisarme de que me estaban llamando allí a fuera y cuando llego a donde estaba me dijo.
-      Weedolf unos militares quieres hablar contigo.
-      ¿Qué quieren?
-      No sé, no nos lo dijo.
-      Pues muy mal, hay que informarse antes de molestarme con mi experimento.
-      Lo siento Weedolf, no volverá a ocurrir.
Baje del avión y me topé con los tres militares americanos.
-      ¿Qué queréis de mí?
-      Si nos podéis llevar a una base americana o algún sitio donde allá algún avión para poder rescatar a estas personas.
-      Sí, pero con una condición.
-      Que condición.
-      Que todas las armas que llevéis encima se las deis a Shiroe, entendido.
-      Si pero ¿cómo vamos a defendernos sin ellas cuando salgamos de este avión?
-      ¿Cuándo os demos 2 metralletas y 3 pistolas?  podéis bajar del avión, ¿entendido? y no quiero más preguntas.
-      Si.
Maria
Entonces ellos aceptaron el acuerdo y subieron al avión, al entrar al avión se dirigieron dónde estaba Shiroe para dejar sus armas mientras que el grupo de siempre iba a inspeccionar la ciudad en busca de armas y suministros, mientras que yo estuve retocando los últimos retoques para el collar “controlador de los no-muertos” y cuando termine el collar avise a los tres militares para que me ayudaran con mi experimento a ver si funcionaba, pusimos el cadáver de M. encima de una de las mesas y dije que no se acercaran nadie por si acaso fallaba mientras que los militares agarraban por los brazos y por la cabeza al cadáver yo eche la pócima por la boca y cuando hizo efecto resucito como un draugers entonces la parte más difícil sería poner el collar, pero logramos ponerle el collar en el cuello y entonces intente a ver si funcionaba el mando del collar y funciono correctamente desde ese mismo momento M. ya podía vivir con nosotros, pero eso sí, el que estuviera con él, tenía que estar en guardia por si acaso fallaba el dispositivo.
Pero de repente me dijo M.
-      No quiero vivir así, prefiero seguir muerto.
Entonces para cumplir su último deseo cogí me katana y se la clave en todo el cráneo para matarle.
Por el otro lado, el grupo que se había ido hace media hora, tuvieron que pasar dando palos a los draugers que habían debajo de las escaleras de incendio y cuando terminaron de matarlos estuvieron investigando la ciudad en silencio y agachado para que no los notaran esos malditos draugers. Y cuando llegaron al campamento que había caído hace tiempo estuvieron mirando si quedaba alguna armas y suministros que todavía servían, además de encontrar armas y suministros se habían topado con draugers, que anteriormente habían vivido como militares, y decidieron matarlos y robarles las armas que tenían encima y cuando terminaron todo el cuartel vinieron al avión para dejar las armas que habían conseguido, en cuando llegaron al avión les pregunte:
-      ¿Por qué no habéis traído suministros?
Y ellos me contestaron:
-      Que los suministros que habíamos encontrado estaban infestados por la sangre de los draugers.
Ainara
Entonces tuvimos que decidir a qué sitio ir ahora, sabiendo que ese sitio ya lo habíamos marcado como inseguro.
Pero antes de proseguir nuestro camino cogí a tres voluntarios y nos fuimos a las entradas de la ciudad y pusimos los carteles que decían así: ‘No hay santuario’, por si  acaso iba algún otro sobreviviente hacia el refugio, para que los malditos draugers no los mataran. Cuando terminamos de poner los carteles nos fuimos al avión presidencial para mirar algún otro sitio para ir.
Cuando llegamos al avión descansamos el resto del día y a la mañana siguiente, nos pusimos a mirar el mapa para mirar  a donde ir y se decantaron en ir a América porque suelen ser los que estaban mejor preparados en ocasiones de este tipo, mientras unos hacían guardia, pues Robert metía gasolina al avión para el viaje. Subimos todos al avión y despejamos y mientras estábamos viajamos pasamos por un cuartel de las fuerzas aéreas y vimos que aun que daban cazas intactos y decidimos bajar a conseguir algún caza para defenderse muchísimo mejor de los malditos draugers porque no todos son fáciles de matar hay algún drauger que cuesta matar y necesitaríamos armas bastante potente, pero eso si antes de despejar de nuevo
-      Robert tienes que reforzar los dispositivos electrónicos de los aviones por si acaso lanzaran algún cohete electromagnético porque si explotara en la atmosfera y nos llegara a estar en el aire caeríamos.
-      Ok. Ahora me pongo con ese trabajo, pero que material pongo.
-      Algún material resistente a esas dichosas ondas.
-      Ok. Pues necesitaríamos por lo menos 48 horas estar parados en esta base.
Mientras tanto, los tres militares se bajaron para buscar algún avión para llevar a lo rescatados hasta su base americana, y encontraron un avión de los llevaban a los soldados por el aire, miraron si tenía suficiente depósito y llenaron el depósito, regresaron al avión presidencial y me dijeron.
-      SDFRGTHYYBH………... – todos a la vez.
-      ¿Qué? De uno en uno.
-      Que nos deis las armas que ya habíamos encontrado un avión para llevar a los que rescatamos.
-      Eso mismo yo también dijo.
-      Y yo.
-      Pues vale ahora mismo voy a decírselo a Shiroe.
Llegue a donde estaba Shiroe y le dije:
-      Shiroe dale las armas que acordamos.
-      Ok. Ahora mismo se las doy diles que vengan.
Fui a avisarles de que ya podían ir a buscar sus armas. Entonces uno de los militares dijo:
-      Yo dije que todos nuestras armas.
-      No, pero el acuerdo era 2 metralletas y 3 pistolas.
-      Que no me digáis pamplinas dadme mis armas.
-      Pues tú te vas a enterar porque nadie me habla así y sale intacto.
-      Ah sí, así que buscas pelea.
Entonces salieron a la calle y comenzaron a pelearse y quien gano fue Shiroe y el militar se quedó muy mal parado. Luego de que se fueran de nuestro avión decidimos quedarnos en esa base aérea a vivir que se veía defendible y segura. Después de que decidieron por finalizada la pelea, los tres militares y la gente que habían salvado de aquellos caminantes menos un grupo pequeño que habían decidido quedarse con nosotros porque querían sobrevivir. El grupo contaban con tan solo cinco personas eran dos hombres, una mujer y dos hermanas.
-      ¿Por qué queréis quedaros con nosotros? – pregunte.
-      Es que con aquellos militares, si algún sobreviviente se queda atrás lo dejan a allí no vuelven – dijo uno de los hombre que se había quedado.
-      Pero, ¿ellos no son los que ayudan a la población? ¿Qué hacen dejando atrás a los supervivientes?
-      No lo sabemos ninguno de nosotros.
-      ¿Cómo os llamáis? – pregunte.
-      Yo me llamo Eustaquio – dijo uno de los hombres.
-      Y yo soy Emilio, Emilio Castro – dijo el otro.
-      Y yo soy la más preciosa de mi grupo, me llamo Sokhna – dijo la mujer.
-      Y nosotras somos Ainara y María – lo dijeron al unísono.
-      Encantado de conocerlos, yo soy James K. Weedolf, pero me podéis llamar Weedolf y estos son: David, Robert, el mecánico y piloto, Saeko, la segunda al mando, Apolonius, el encargado de las defensas, Alexandra, Asada, Asuna, Eros, el protector y mi general, Gastón, mi teniente, Shiroe, un estratega y el de la armería, Marina, la doctora e Iván.

Terminamos de presentarnos y nos bajamos del avión y fuimos a asegurar bien el cuartel de las fuerzas aéreas, para que no entrara ningún drauger allí dentro.